Cómo te va a dar miedo el corazón
pensé,
esa es la cosa más ridícula que has dicho.
Cómo vas a hacer si te da miedo que el corazón se mueva
si él está justamente para eso y además
está para eso muy a pesar de ti. De lo que tú
deseas y de lo que a ti te pasa
a ese nivel en el que crees que las cosas que te ocurren son tuyas.
No son tuya nada. Ni te constituyen. Ni siquiera te implican al grado que crees.
Y menos mal que estás en otro lado, existes
a otro nivel. En lo hondo. Porque
cuántas veces no te sorprendió haber
atravesado momentos de mierda solo para descubrir que tu corazón nunca se rindió.
Que se la pasó latiendo todo el tiempo
en el fondo, tras bambalinas.
El corazón se adapta sin preguntarnos. El corazón
que late siempre igual es el que esté enfermo.
La enfermedad es eso. Es no considerar si estás feliz, triste, haciendo cardio o durmiendo una siesta.
Pero ese cambio sutil en el pecho
se siente
a veces
con una claridad escalofriante.
Estoy aquí en tanto lato, soy en tanto lato. En tanto
este ritmo siga.
Soy este ritmo que empuja el tiempo hacia el futuro. O quizás
soy este ritmo que empuja el tiempo hacia todos lados.
Tridimensionalmente. En espiral.
Soy la que empuja el tiempo desde aquí ahorita y soy
también la que fui empujando el tiempo hacia todos lados en otro momento.
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