P.rismáticos
- Ana Mata
- Aug 10, 2017
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I.
Atravieso la ciudad pensando en ti.
Estoy segura que nadie
nunca antes
te había pensado tanto
ni en una milonga
ni en Barracas
ni en la Boca
ni en el tren rumbo a Once
ni en las mañanas de sudestada.
II.
Sueño, sin querer.
Con el lunar que tienes sobre el labio.
Con la vez que escribimos éxtasis al mismo tiempo.
Con una ola que es imposible controlar
porque no es mía.
La ola no es mía
yo soy de la ola.
III.
Hoy no ha parado de llover
las nubes se juntan,
hacen tormentas eléctricas,
duran un ratito.
Devastan. Limpian. Se van.
Tal vez así se creó el mundo.
El nuestro. Hoy.
Tal vez un primer sonido inauguró
el espacio recién abierto.
La herida fresca de la que
brota agua dulce y fría.
Lo siguiente fue un gemido,
pero no quedó claro
si era
tristeza
o placer
o algo
justo
en medio.
Me gustaría contar que así
-aquí-
se creó lo nuestro.
Que ante el estruendo nuestras manos se entrelazaron.
Que, antes del placer, hubo miedo.
Que lo que nos acercó no era nuestro, sino que nosotros éramos de eso.
Me gustaría contar que después de un tiempo refugiados
nos dimos cuenta
que nuestras manos
quedaban bien juntas.
Que descubrimos que nuestro mundo era chiquito,
simple, brillante.
Que estaba lleno de cosas recién lavadas.
Lleno de cosas
reparadas,
de cosas que tuvimos que curar
coser,
a mano.
Y que, aunque nuestro mundo es insignificante
comparado con otros mundos,
más piolas y mejor pensados,
se sabe que
tiene mucho pinche punch
porque para nacer
tuvo que levantarse
una tormenta.
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