Podría enamorarme

Podría enamorarme de ti caminando con un platón de conejo en salsa de limón. Caminando con una camisa azul viejita entre los árboles de esta colina donde está la casa de tu nonna. El sol es mi otro gran amor mientras me pega por momentos en la cara; se filtra por los huequitos del olivo bajo el que pusimos la mesa. La vajilla de la nonna es blanca y verde con las orillas disparejas. Cada cuchillo es diferente porque se han ido perdiendo de tanto clavarlos en el jardín para que no llueva en las fiestas. El vino blanco suda adentro de la copita de vidrio que tengo en la mano. Siento que se podría quebrar sin desmoronarse. Dejas el platón sobre la mesa y pesa, y sé que mientras lo acomodas estás pensando en lo que me prometiste porque es un tesoro. Hicimos un viaje de cuatro horas sólo para esto. Para que pases por atrás de mí. Para sentir que te deslizas por mi hombro tibio y redondo. Para que me pidas vino con un gesto silencioso porque tiene el pulgar -que acabas de meter en la salsa de limón- en la boca. Podría enamorarme de ti mientras dejas las sandalias en la hierba y veo tus deditos, tus uñas de un verde como el mar cuando está fosforescente. Querría besar tus rodillas tostadas. Tu mano que se abre para darme la semilla de aceituna que recién comiste, y que yo tendré que llevar en el avión cuando cruce el océano de regreso a casa.